viernes, 10 de agosto de 2012

Una vida en bicicleta rosada


Mariana Pajón, genio y figura

Para hablar de la primera entrevista que tuvo que responder en su vida, Mariana Pajón se devuelve a sus cinco años. Se ve en una pista, junto a una bicicleta rosada, celebrando el título de campeona continental que acababa de ganar. Se describe bajita y delgada, de mejillas coloradas, peinado siempre intacto y tímida, muy tímida. El periodista se le acercó, la felicitó y le lanzó algunas preguntas que la niña contestaba en voz baja y mirando siempre para el piso. “¿Qué quieres ser cuando seas grande?”, indagó finalmente el entrevistador. “Campeona mundial”, respondió ella, sin titubear.
No tuvo que esperar a ser grande. En el 2000, a los nueve años, se ganó su primer título mundial en Argentina. Para ese momento ya la niña había acumulado tantos títulos nacionales y ya había viajado por tantas ciudades de Colombia, que decidió salir del país y jugársela por un campeonato del mundo. 
El primer intento fue en Francia, pero sólo le alcanzó para el tercer puesto. Luego vino la victoria en Argentina y la determinación de dejar los otros deportes que también la apasionaban –la gimnasia olímpica y los karts– para dedicar su vida al bicicross. La vida que a los nueve años ya le había enseñado a amar el deporte sobre todas las cosas. Su padre, Carlos Mario Pajón, es múltiple campeón nacional e internacional de automovilismo. Su mamá, Claudia Londoño, fue campeona nacional de equitación. Su hermano mayor, Miguel, es un corredor consagrado de Karts. Y el menor, Daniel (15 años) es bicicrossista.
La niña montó una bicicleta por primera vez a los tres años: una roja pequeñita de su hermano Miguel. Y bastó sólo con ese primer paseo para que se obsesionara con la idea de ser bicicrossista, aunque los hombres de la casa se hubieran negado en un principio porque podía ser peligroso. A los cuatro años hizo sus primeros entrenamientos en pista y a esa misma edad corrió su primera competencia. “Me inscribí sola. Yo, que era la más tímida del mundo, fui hasta donde los organizadores y les dije que quería correr, así tuviera que hacerlo con los niños de cinco y seis años porque no había una categoría para mi edad. Cuando llegaron mis papás simplemente les informé: ‘voy a correr el sábado0 y ahí tuvieron que comprarme mi primera bicicleta”. El resultado de aquella carrera: campeona departamental.
De ahí en adelante su historia empezaría a escribirse desde una pista de bicicross. Llegarían la adrenalina, los miedos, las ansias, la alegría desbordada de lograr el primer puesto cuando parecía imposible. Llegaría, por ejemplo, esa competencia de 2004 que ella califica como “la más dura de mi vida” porque apenas tenía 14 años y tuvo que correr en la categoría de los 18 años. “Competí con las más duras y gané. Ahí rompí el mito de que era imposible vencer a mis ídolos. En esa ocasión estaba acompañada de las bicicrossistas que yo sañaba ser, como Magalie Pottier, de Francia, y Sara Walquer, de Nueva Zelanda, y les gané”.
En la pista Mariana es ruda, arriesgada, agresiva. Y cuando se baja de su bicicleta rosada es otra. Una dulce joven que sigue conservando la timidez de la niña de cinco años. Una que ya no clava la mirada en el piso cuando le hacen una entrevista. Una que responde a la pregunta ¿con qué sueña ahora?: “Con ser campeona olímpica en Londres”.
Hoy tiene 20 años y acumula 14 títulos como campeona mundial –dos de ellos en categoría élite, la de mayores, los que la han hecho más feliz–. Hoy en los Olímpicos de Londres su sueño se hizo realidad.

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